DEL IDIOMA Y SUS ESPECTROS
A propósito del viraje lingüístico en el tiempo
La evolución del lenguaje es una constante que se corrobora a lo largo de los siglos, en función del sistema codificado del que se ha servido para acortar distancias, guardar con mayor fidelidad una que otra narración, que en tiempos mucho más antiguos eran transmitidos por medios orales, que terminaban perdiéndose en unas cuantas generaciones, o si la trama era buena, contaba con la suerte de reproducirse con evidentes alteraciones, que respondían a la creatividad, y hazaña de sus locutores. En buena cuenta, de eso está hecha la humanidad.
El asunto me es de particular interés, a partir de las continuadas lecturas que he ido dando a Cervantes, a través de su ingenioso caballero andante, que no pierde la menor oportunidad para llamar la atención a su escudero, por su incorrecta forma de expresarse, ello en tanto y en cuanto el pobre Sancho suele confundir con bastante facilidad vocablos parónimos, y termina por utilizar la locución incorrecta, que saca por un momento de sus “casillas” al ya disparatado Quijote, que pese a su poco juicio, es hombre de formas en todas sus letras.
Pero lo curioso y anecdótico, no fallece en estos perceptibles detalles, que nos ofrece la angulosa lectura. Lo que salta a nuestra vista, luego de las meticulosas correcciones que realiza el protagonista de Cervantes a su más fiel vasallo, es la evolución que ha ido adoptando nuestra lengua a lo largo de estos centenares de años que nos separan, y nos han determinado en generaciones completamente distintas, que manejan sus propios códigos, tan diferentes unos de los otros.
Y es que lo lingüísticamente correcto para el contexto del manco de Lepanto, no lo es para nuestros días, en donde la Real Academia de la Lengua Española, ha colaborado sobremanera, recogiendo los usos y desusos del idioma, dando como resultado que si oyéramos al Quijote elevar sus más nobles himnos –como generalmente sucede en la novela–, terminaríamos tal cual él frente a Sancho, corrigiendo su defectuosa forma de hablar.
Por ahora el debate a nivel lingüístico ha tomado forma política, que parece endurecer los pareceres de los conservadores “maestros” del idioma, en tanto que existen sectores feministas que han denunciado al castellano de favorecer el sistema patriarcal que engendra la estructura machista, que ha hecho víctimas a las mujeres, en muchos aspectos, y que en última instancia, termina por matarlas.
Por su parte, los pronunciamientos de la RAE han sido de intransigencia absoluta, lo que ha merecido la felicitación de los sectores más conservadores. A raíz de ello se han agudizados las posiciones y casi –por puro revanchismo e identificación– se termina dando la razón a grupos y colectivos feministas que se movilizan en contra del status quo del idioma, básicamente en lo que a género respecta. Sin embargo, la RAE lleva la razón, cuando reconoce que los modos del lenguaje no pueden ser de ninguna manera impuestos, estos fluyen de la propia sociedad. La Academia desde luego, tiene la preocupación puesta en recoger y reconocer esas expresiones que terminan tomando forma en las calles, en los barrios, en las ciudades, finalmente.
Esperemos que la evolución del lenguaje se siga dando de esa forma, que provenga de las masas y se alce ante el órgano calificado cuya labor es reconocerla, y no parta de una jerarquía vertical, que no obre en respeto de la insalvable realidad.