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fuente: El Comercio, Perú

TE DEUM CON OLOR A OVEJA

UN TE DEUM DIFERENTE

A Dios no le preocupa lo que pasa en los templos sino en la calle y en la historia.

Manuel Díaz Mateos S.J.

Publicado: 2019-08-03

Luego de muchos años de un sinnúmero de mensajes de odio pintados como un llamado por la “unidad”, la “paz” y la “reconciliación” en la “fe”, Cipriani ha dejado el Arzobispado de Lima. Se ha despedido del cargo eclesial sin pena ni gloria, aunque sí con la vergüenza de haber recibido condecoraciones por parte de un Legislativo completamente deslegitimado, cuyo desprestigio desborda las calles y avenidas del país, donde a coro la población pide al presidente Vizcarra su cierre inmediato. 

Ahora bien, el cese de Cipriani no ha sido la única buena nueva que le ha tocado anunciar a la Iglesia Católica, de hecho la designación del párroco Carlos Castillo como nuevo Arzobispo de Lima renueva la esperanza de muchos peruanos quienes hemos visto caduco el mensaje y prácticas del vocero y representante del Opus Dei, quien otrora se refiriera sobre los Derechos Humanos como una cojudez, disonando completamente con las declaraciones que efectuara el Papa Juan Pablo II en el año 2000, quien con el corazón evangélico proclamó que “los derechos del hombre son también los derechos de Dios”.

Podemos decir entonces –con temor a sonar irónicos–, que luego de un periodo de oscurantismo en la dirección de la Iglesia peruana, corren por fin vientos nuevos comprometidos con el reconocimiento de un país plural –el que se encuentra– en lucha constante por la conquista de más derechos en igualdad.

Por dicha razón la homilía del reciente Te Deum tuvo un acento diferente al que nos había malacostumbrado el servidor de los Fujimori.

Con expresión sencilla y libre de falsas pretensiones, Carlos Castillo asocia la lectura del libro de Isaías –donde se recuerda la liberación del pueblo de Israel como una luz que brota al final de las oscuras sombras– con nuestra reciente historia republicana, partiendo del hito de la independencia que puso fin a siglos de coloniaje y opresión. Así también, trastocó consciencias cuando de modo acertado y oportuno destacó la labor del GEIN que sin necesidad de emplear la violencia –que deshumaniza– terminó por desarticular al aparato subversivo que nos sumió en una guerra fratricida por casi dos décadas, lamentablemente –como dijera el responsable de la homilía– luego de muchas equivocaciones. La misma luz se manifiesta –nos dice– cuando la corrupción campea pero son los jóvenes quienes llenos de indignación salen a las calles a protestar para que dentro del marco legal se sigan investigaciones transparentes contra los malos elementos que enturbian las instituciones.

Del mismo modo, el ministro religioso exhortó a las autoridades políticas a actuar en favor del pueblo y el bien común, y a estar siempre prestos a dialogar con el espíritu que brota del sentir popular. Pertinente reflexión que entendemos como un llamado a gobernar con y por el pueblo, a diferencia –por supuesto– de la experiencia sucesiva de gobiernos herederos de la Constitución espuria del ‘93, que terminamos arrastrando en nuestra historia como una suerte de maldición.

Por otro lado, el representante eclesial hizo hincapié en la necesidad de abordar con premura la dimensión colectiva por sobre la esfera de lo individual, ello en virtud de acoger “el nosotros” como marca personal, porque solo en sintonía con el prójimo podemos procesar el amor, la solidaridad, la valía y el aprecio recíproco.

Por último, la invitación del prelado a ser una Iglesia en salida –sobre todo– a las periferias para ir al encuentro de los más vulnerables, tal como lo ha planteado el Papa Francisco, es en esencia –y en pocas palabras– hacer práctica auténtica del Evangelio, porque como lo dijera el jesuita y biblista Manuel Díaz Mateos S.J.: “A Dios no le preocupa lo que pasa en los templos sino en la calle y en la historia”.

El panorama actual de la Iglesia peruana es bastante más alentador al que hemos tenido por años, con Francisco a la cabeza y con Carlos Castillo como superior y guía, se consolida una pastoral mucho más cercana con un sello particular volcado hacia los más pobres y disminuidos de nuestra sociedad.


Escrito por

Kely Idrogo Estela

Soy un pájaro feliz / entre vastos árboles de letras.


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